EN CASA RURAL HACIENDA LOS OLIVOS, DE ALORA, (MALAGA) LA TOLERANCIA SE PRACTICA CON HECHOS

Alegría gitana en Hacienda Los Olivos.

​No voy a decir que me he quedado sin ideas para el blog, pero si os tomáis la molestia de ver su contenido, ya he tocado muchos palos. Tantos, que a veces me cuesta encontrar la inspiración. Así que estoy aprendiendo a encontrarla en otros sitios.

Y esta vez la inspiración tiene que ver con la palabra tolerancia. Aunque yo no diría tolerancia, porque podría parecer que en Hacienda Los Olivos somos un poco condescendientes. La palabra sería normalidad, no juzgar a nadie, y que el huésped sienta, que incluso por encima de la casa, está que ellos se lleven una experiencia totalmente gratificante.

Algunos caseros me dicen, “¿pero pirata, tu no tienes miedo que te rompan la casa los niñatos de 18 años que van a tu casa?” Y yo respondo siempre lo mismo: “No”. “¿Y por qué no?”, me pregunta​n​, un tanto sorprendidos.

Primero, y para no ser hipócrita, porque tengo la inmensa suerte de tener un equipo que es capaz de resolver y arreglarlo casi todo (soy muy afortunado).

Segundo, porque yo me pongo en el lugar del huésped, y el huésped viene a la casa a disfrutar. Yo sí, puedo darle algunas pautas de cómo cuidar la casa, pero para mí, también es motivo de satisfacción que el cliente se sienta totalmente en casa, a gusto, y también que sienta, qué si mete la pata, no lo vamos a matar (todos hemos sido más jóvenes. ¿Os acordáis cuando teníamos 20 años? Pues eso).

¿Pero sabéis lo que la experiencia, en mi caso particular, me ha enseñado en estos 3 años? Qué es qué si tú tratas a tu huésped muy bien, no ya cuando llega y está en la casa, si no desde el primer contacto que hacéis, él te va a tratar bien a ti también, y por ende a la casa. El 98% de la gente es buena y normal.

Naturalmente que existen (pocas veces) algunos sinsabores, pero para eso están las fianzas. Y si la casa se queda un pelín más sucia, pues en función del perfil del cliente, intenta cobrar un poco más para cubrir eventuales sobre costes.

Pero me voy por las ramas. Estaba hablando del espíritu del gran anfitrión. Y para mí, en mi humilde opinión, el buen anfitrión, es aquel que dice “tu vente para mi casa, y luego ya te pregunto si eso, pero vente, que el venirte, es lo más importante”.

Voy a poner un ejemplo que me pasó este lunes pasado (23 de junio de 2025). Me llama por teléfono una familia de gitanos de Jaén (nunca había tenido gitanos en mi casa).

Lo primero decir que esa llamada fue ​hilarante, porque me llamaron desde un único móvil, como es lógico, pero lo tenían en altavoz, y yo escuchaba sin, exagerar, cuatro o cinco voces que hablaban a la vez. Hasta que en un momento les tuve que decir: “Chicos, parar, necesito hablar solo con un portavoz”.

Y ya la cosa se serenó. No hace falta ser un experto en lingüística para distinguir el acento gitano, y yo, en cuanto lo escuché, pensé, “ostras, que guay, una familia gitana en mi casa. Eso va a ser seguro una experiencia completamente diferente a todas las que he tenido”. Y a fe que lo fue, para muy bien.

Los gitanos pagaron su fianza. No hicimos ni contrato, primero porque ellos de papeles no quieren saber mucho, y segundo porque como la reserva era de un lunes para el martes, y había prisa, pues lo hicimos todos por escrito en whatsapp y listo.

A partir de ahí, fue todo, una loca bendición. Serían unos 20 y tantos. Pero por el jaleo, y la alegría que traían parecían 200. Hay momentos que no se me olvidarán nunca. Recuerdo que cuando les di la llave para entrar en la casa, la familia se puso a cantar y a tocar palmas y medio montan una juerga allí mismo.

Yo se que eso a ellos les sale del alma, pero es tan bonito ver a personas que se alegran y están contentas solo porque sí… Yo los miraba y pensaba, “joe”, cuánto tenemos que aprender con esta gente.

Es verdad, y está mal que yo lo diga, que yo con mis huéspedes me vuelco de cuerpo y alma y la inmensa mayoría te lo agradecen a su manera. Pero la forma que esta familia tuvo de agradecérmelo no se me olvidará jamás.

No recuerdo que “mandao” les hice (no se si les traje café o tabaco, o las dos cosas), que cuando lleg​o yo a la casa, “toas” las mujeres (y mira que la mujer gitana es guapa y tienen es su mirada un brillo tan especial, qué de verdad, yo no lo había visto en mi vida) se me ponen a dedicarme unas bulerías o como se llame lo que cantaban. Solo sé que casi me emociono.

Y la mujer gitana no bebe alcohol (los hombres sí). Todo lo que cantan y bailan es porque les sale del alma, no de una botella de vino o cerveza.

Y como último apunte, decir que yo no he conocido mujer más limpia que la gitana (bueno, al menos las mías. Porque habrá también gitanas menos limpias, como pasa con las payas). Yo he tenido excelentes huéspedes que me han dejado la casa super limpia.

Pero es que esta gente se pasaba todo el día limpiando y fregando. Que yo les tenía que decir, “pero a ver, señoras, que aquí no se viene a fregar, por lo menos durante la estancia. Ya si eso antes de iros le dais una vuelta a todo”.

Y ellas, con esa gracia que Dios les ha dado me decían, “que no, que la casa tiene que estar limpia siempre. ¿Tú me las “dao” limpia no? Pues yo la tengo que tener limpia". Imposible convencerlas que a mi no me importaba que la casa estuviera más sucia en el durante, pero sí que la dejaran decente al final.

No hubo manera. Total, que puedo afirmar que es la vez que la casa se ha quedado más limpia de todos los tiempos, y ello sin discriminar a la inmensa mayoría de payos que han cuidado la casa super bien.

En fin, que he sentido la necesidad de compartir esta experiencia con vosotros, y porqué no, hacerle un homenaje a ese pueblo gitano, tantas veces incomprendido, que son felices con poco y protegen sus tradiciones, aunque a los payos, muchas veces, no las entendamos o directamente las condenemos. Como digo, sin generalizar, esta familia gitana me ha enamorado. ¡Gracias a todos!

Pero no perdamos de vista el horizonte, os espero a todos en nuestras Casas Rurales Cortijo Bachiller Álora y Hacienda Los Olivos Álora 😀😍.